Miércoles de Ceniza

(El indultado de cuarta categoría era el que suscribe, mero estudiante impecune)
Vengo hoy de misa con ceniza en la frente. El gran retablo barroco de la Magdalena refulgía de oro. Era una misa de difuntos de esas que recuerdan al que la sigue que su nombre no tardará mucho en unirse al de aquellos por cuyas almas se aplica el sufragio. En otros tiempos, el gran retablo aparecía oculto tras un gran velo morado que no se rasgaba o se descorría hasta el Sábado de Gloria o el Domingo de Resurrección. Las cruces de ceniza en las frentes no son en cambio distintas de las de los taxistas que aguardaban a sus posibles clientes a la puerta del Museo de El Cairo, sino que a ellos no se las había hecho un sacerdote, sino los nudos de las polvorientas esteras de esparto que tocaban con la frente al adorar a Alá.

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