Maquiavelo en Granada

Siempre he pensado que la gran oportunidad de nuestra Historia fue la de haber podido llevar a Lisboa la capital de los reinos peninsulares. Esa iniciativa, nacida de la clarividente nobleza portuguesa, se empantanó en las indecisiones de Felipe II y Felipe III, con lo que Inglaterra no tuvo impedimento alguno para acabar saliéndose con la suya no sólo en el Atlántico, sino en el propio territorio peninsular.
En una visita que hizo a Granada, el actual jefe del Estado censuraba en un discurso a Maquiavelo por haber aconsejado al príncipe que arruinara a las ciudades o principados que antes de ser ocupados por él vivían con leyes propias. Granada es la ciudad menos indicada para que un príncipe critique a Maquiavelo. Si el escriba que redactó el discurso hubiera sido un poquitín meticuloso, el secretario florentino habría salido mejor parado en el regio parlamento. Porque da la casualidad de que Maquiavelo, además de ese consejo, da al príncipe otros dos más adelante que, al sopesar los pros y los contras, se quedan en uno que es, si el príncipe efectivamente no arruina la ciudad, el de irse a habitar en ella personalmente.
Y esto es por cierto lo que en Granada y con Granada hizo el príncipe en cuya arte política se inspiró Nicolás Maquiavelo al redactar su tratado: Fernando el Católico, que en Granada sigue, en la Capilla Real. Lástima que Felipe II y Felipe III no estén enterrados en los Jerónimos de Lisboa.
No sé qué juez militar dijo que nadie posee en exclusiva el concepto de amor a la patria; que a la patria, si no me equivoco, hay muchas maneras de amarla. Tiene toda la razón; a la patria, que me figuro es España, la aman tanto los señores del PNV como los de CiU como Su Majestad el Rey; lo que pasa es que cada cual la ama a su manera, y como quiera que algunas de esas maneras de amar son bastante inquietantes, como la de la falsa madre del juicio salomónico, que se contentaba con un pedazo de hijo, Su Majestad, que quiere a España entera y viva, no pierde ocasión cuando habla en público de invocar patéticamente su unidad.
Yo creo que el Rey puede hacer por la unidad de la Patria algo más eficaz que invocarla en sus discursos, y es sencillamente seguir el segundo de los consejos de Maquiavelo, yéndose a residir al menos una parte del año en el palacio de Ayete y otra en el de Pedralbes.

(Cataluña crítica, Criterio-Libros, Madrid 1999)

Comentarios

  1. Pues no es mala idea. Pero no caerá esa breva...
    Lisboa, capital de las Españas... hubiera sido bello... y útil. Schade!

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